Fundada en 1883, Viña Concha y Toro se ha convertido en el principal productor de vinos de Latinoamérica con una destacada posición entre las compañías de vino más importantes del mundo y una presencia en 140 países. La compañía posee alrededor de 11.300 hectáreas de viñedos en Chile, Argentina y Estados Unidos. Su portafolio incluye los íconos Don Melchor y Almaviva y su marca emblemática Casillero del Diablo, además los vinos Trivento de Argentina y Fetzer de California. En 2015 Viña Concha y Toro ingresó al Dow Jones Sustainability Index Chile, primer índice de sustentabilidad de la Bolsa de Santiago, en 2017 ingresó al Top 10 a nivel global del Índice de Sustentabilidad Dow Jones en la categoría bebidas.
Trabajadores
2800
Sector Industrial
Vitivinícola
Programas Estratégicos del CII
El año cerró con la instalación del nuevo Banco de Germoplasma, el cual permite resguardar la calidad genética y sanidad de las vides. Esto permitirá mejorar considerablemente la calidad fitosanitaria de sus viñedos y ayudará a modernizar los sistemas de producción de plantas existentes. Lo anterior favorecerá la trazabilidad del material vegetal desde los bloques madres con los que cuenta el CII y los procesos de producción de plantas en vivero, hasta la plantación de nuevos viñedos en los distintos valles vitivinícolas de Chile.
En el 2020, terminó el primer Plan Estratégico del CII sobre el cual se llegó a un 95% de cumplimiento de los KPI establecidos (el 5% restante corresponde a procesos de adaptación y cambios de foco). De esta forma, el Centro se prepara para un nuevo plan estratégico 2021-2025 en el cual además de la Investigación y Desarrollo (I+D), dará un fuerte impulso a la Innovación.
Durante el 2020, la compañía impulsó tres nuevos proyectos en los fundos El Triángulo (Valle de Casablanca) y Pirque (Valle del Maipo), los que le permitirán aumentar la cantidad de insectos polinizadores, mejorar la materia orgánica existente y robustecer la biodiversidad en el lugar.
Todas las iniciativas fueron desarrolladas en conjunto con la empresa global de tecnología agrícola, Syngenta. La primera, llamada “Operation Pollinator”, implementará huertos florales cada predio agrícola, los cuales fueron creados y diseñados de forma minuciosa para responder a cada hábitat específico, adaptándose a las condiciones locales de cada fundo y a los insectos nativos que habitan en él.
La segunda, “AgBio”, a través de la implementación de coberteras vegetales en las entre hileras del viñedo medirá diferentes indicadores de biodiversidad, tales como la presencia de insectos polinizadores y el aporte de materia orgánica al suelo.
Finalmente, se establecieron Bordes Nativos Multifuncionales (BNM), proyecto en el que se plantaron herbáceas, arbustos y geófitas nativas en sitios determinados de cada fundo.
Desde hace tiempo se reconoce que para conseguir una economía robusta se necesitan inversiones en infraestructura (transporte, regadío, energía, tecnología de la información y las comunicaciones). Estas son fundamentales para lograr un desarrollo sostenible, empoderar a las sociedades de numerosos países, fomentar una mayor estabilidad social y conseguir ciudades más resistentes al cambio climático.
Aproximadamente la mitad de la población mundial todavía vive con el equivalente a unos 2 dólares estadounidenses diarios, con una tasa mundial de desempleo del 5.7%, y en muchos lugares el hecho de tener un empleo no garantiza la capacidad para escapar de la pobreza. Debemos reflexionar sobre este progreso lento y desigual, y revisar nuestras políticas económicas y sociales destinadas a erradicar la pobreza.
El consumo y la producción sostenible consisten en fomentar el uso eficiente de los recursos y la energía, la construcción de infraestructuras que no dañen el medio ambiente, la mejora del acceso a los servicios básicos y la creación de empleos ecológicos, justamente remunerados y con buenas condiciones laborales. Todo ello se traduce en una mejor calidad de vida para todos y, además, ayuda a lograr planes generales de desarrollo, que rebajen costos económicos, ambientales y sociales, que aumenten la competitividad y que reduzcan la pobreza.